El movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) es una campaña internacional destinada a deslegitimar y presionar a Israel mediante el aislamiento diplomático, financiero, profesional, académico y cultural, el aislamiento de individuos e instituciones israelíes y, cada vez más, de judíos que apoyan el derecho de Israel a existir.
El movimiento BDS afirma que las políticas israelíes hacia los palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania, e incluso algunas dentro de la Línea Verde, son similares a las de la Sudáfrica del apartheid. Sostienen que las mismas tácticas de boicot y aislamiento utilizadas para ayudar a desmantelar el gobierno de la minoría blanca sudafricana deberían emplearse contra Israel para obligarle a cambiar sus políticas hacia los palestinos. En la práctica, el movimiento mundial de BDS no pretende crear un Estado palestino, sino desmantelar el Estado judío y poner fin al derecho a la autodeterminación nacional judía en cualquier porción de esta disputada tierra.
El BDS es una de las tácticas en la larga historia de campañas y esfuerzos para deslegitimar y aislar al Estado de Israel.
Antecedentes
El llamado al “boicot, la desinversión y sanciones” tiene sus raíces en las peticiones a la acción contra Israel al comienzo de la segunda Intifada palestina en 2000 y en la Conferencia de Durban de la ONU contra el Racismo en 2001. Una declaración de julio de 2004 de la Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural a Israel (PACBI, por sus siglas en inglés) y otra de julio de 2005 de organizaciones palestinas de la sociedad civil pedían a la comunidad internacional “imponer amplios boicots y aplicar iniciativas de desinversión contra Israel similares a las aplicadas a Sudáfrica en la época del apartheid”. La declaración también pedía presionar a los gobiernos “para que impongan embargos y sanciones contra Israel”.
Cómo funciona el BDS
Las campañas de BDS con frecuencia se centran en exigir la “desinversión” de las carteras de inversión universitarias, municipales, eclesiásticas, sindicales y de otro tipo de empresas que, según sus defensores, “ayudan a la ocupación de Israel”, así como en pedir el “boicot” de los productos, profesionales, asociaciones profesionales e instituciones académicas israelíes y representaciones artísticas (en Israel y en el extranjero).
La política regresiva de “antinormalización” del movimiento BDS prohíbe los intercambios entre personas, las oportunidades de diálogo para israelíes y palestinos, o incluso las interacciones entre grupos y defensores “pro-Israel” y “pro-Palestina” a menos que las partes involucradas reconozcan primero a los israelíes como “opresores y colonizadores”. Así pues, el BDS pretende deshumanizar a los israelíes y se opone a los pilares básicos para el entendimiento entre israelíes y palestinos, la construcción de la paz y la reconciliación, incluso a nivel fundamental.
Algunos partidarios del BDS pueden creer sinceramente que estas tácticas son una forma productiva y no violenta de lograr un cambio en el conflicto palestino-israelí, que dura ya décadas. Aunque todos queremos resolver el conflicto por la vía pacífica, las campañas de BDS, que presentan a Israel como un Estado marginado y abogan por atacarlo, son injustas, unilaterales y desproporcionadas.
De hecho, la campaña de BDS no apoya medidas constructivas para fomentar el compromiso israelí-palestino, ni promueve negociaciones de paz o una solución mutuamente negociada de dos Estados para el conflicto. Más bien, el BDS presenta un enfoque prejuiciado y simplista del complejo conflicto israelí-palestino, viendo esta disputa sobre reivindicaciones territoriales y nacionalistas como responsabilidad de una sola parte —Israel— mientras ignora a otros actores y dinámicas como la responsabilidad compartida palestina en la continuación del conflicto. El BDS aboga por la autodeterminación de los palestinos al tiempo que niega a los judíos ese mismo derecho.
BDS, antisemitismo y su impacto
El movimiento BDS utiliza términos divisivos e inexactos como “apartheid”, “genocidio”, “colonialismo” y “supremacistas” para referirse a aspectos de las políticas de Israel que critican; un lenguaje que sirve para demonizar al Estado judío y a quienes apoyan su existencia.
La ADL cree que muchos de los objetivos fundacionales del movimiento BDS, que efectivamente rechazan o ignoran el derecho del pueblo judío a la autodeterminación, o que, de aplicarse, tendrían como resultado la erradicación del único Estado judío del mundo, son antisemitas.
Además, algunos defensores y campañas de BDS emplean una retórica antisemita que incluye acusaciones de poderío judío, doble lealtad y culpabilidad judía/israelí en cuestiones y crisis no relacionadas. Algunos han dejado clara su oposición a la existencia del Estado de Israel o justifican o expresan su apoyo a la violencia contra los israelíes. Cada vez son más preocupantes los incidentes en los que los defensores del BDS consideran a todos los judíos culpables de las acciones del gobierno israelí y abogan por una prueba de fuego para que los judíos renuncien a Israel y/o a las políticas israelíes a fin de poder unirse a determinados movimientos de activismo social.
El BDS suele generar tensiones en las comunidades —en Estados Unidos, lo vemos sobre todo en los campus universitarios— que pueden llevar al aislamiento y el hostigamiento de los judíos y los partidarios de Israel. Al centrarse en negar a Israel y a quienes lo apoyan, las campañas de BDS pueden crear un ambiente en el que se incentiven las acciones y expresiones antisemitas.
Raíces históricas del BDS
El BDS es solamente la táctica más reciente y prominente utilizada para deslegitimar al Estado judío. La campaña más infame fue el boicot económico árabe, establecido por la Liga Árabe en 1945, incluso antes de la creación del Estado de Israel, y que oficialmente sigue vigente hasta nuestros días.
Otros ejemplos son la campaña para tachar el sionismo de racismo, una afirmación que procede de una campaña de propaganda soviética y que fue respaldada por una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1975 (derogada en 1991), así como los esfuerzos de algunos gobiernos aliados por excluir a Israel de organismos y eventos internacionales. Estas campañas —destinadas a demonizar y castigar a Israel— fueron iniciadas por los gobiernos y se desarrollaron principalmente a nivel estatal y de la comunidad internacional, en contraste con el BDS que se centra en gran medida en la población general.
Algunos activistas, incluidos aquellos que se consideran sionistas y partidarios de Israel, apoyan el boicot a los asentamientos o a sus productos como forma de oposición a los asentamientos israelíes. Aunque esta acción es diferente de las campañas de BDS que se dirigen contra todo Israel, los israelíes y las empresas israelíes, la gran mayoría de la gente no ve esta distinción y estas campañas pueden conducir a la demonización generalizada de Israel y los israelíes. De hecho, el movimiento de BDS y sus partidarios suelen considerar estas iniciativas como un respaldo a su causa.