El Papa Francisco ha vuelto a suscitar polémica tras asistir el sábado a la inauguración de un pesebre que representa al Niño Jesús envuelto en una keffiyeh.
Organizada por el Comité Presidencial Superior para Asuntos Eclesiásticos de la Organización para la Liberación de Palestina, la ceremonia en el Salón Pablo VI contó con el pontífice en silla de ruedas presidiendo la dedicación de la exhibición junto con el miembro del comité ejecutivo de la OLP, Ramzi Khouri.
En un momento cuidadosamente coreografiado, dos niños árabes le entregaron a Francisco una placa con la “Estrella de Belén” con mensajes de paz en árabe y latín, mientras Khouri aprovechó la oportunidad para elogiar lo que calificó como los “esfuerzos incansables” del Papa para poner fin a la guerra en Gaza. El funcionario de la OLP también se aseguró de transmitir “calurosos saludos” del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás.
Los historiadores y los líderes judíos se apresuraron a señalar el flagrante revisionismo histórico de la exposición. La noción de que Jesús era palestino es una invención política moderna que ignora hechos históricos básicos. Jesús nació judío en Judea, vivió como judío y murió como judío bajo el dominio romano. El término “Palestina” ni siquiera existía en la región hasta que los colonizadores romanos cambiaron el nombre de Judea mucho después de la crucifixión de Jesús.
Lamentablemente, bajo el pretexto de la tradición navideña, el Vaticano está promoviendo activamente una narrativa falsa que sirve a la propaganda palestina.
El Papa Francisco, al usar símbolos como la keffiyeh palestina para representar a Jesús, no solo distorsiona la historia, sino que comete un acto de claudicación frente al islam radical.
Este no busca convivir con Occidente, sino someterlo, avanzando mediante la tergiversación histórica, la corrección política y el uso estratégico de nuestras propias instituciones para debilitar nuestra identidad.
Al borrar la raíz judía de Jesús y adoptar narrativas políticas ajenas al cristianismo, el Papa se convierte en cómplice de un proyecto que pretende avasallar los valores de libertad, verdad y razón sobre los que se asienta Occidente.
Este gesto no es diálogo, es rendición.
Hechos historicos relevantes:
Jesús nació en Judea en la ciudad de Belén, creció y vivió en Nazaret y murió entre los años 30 y 33 en Jerusalén, capital de Judea. En ese momento Judea era, al igual que España, una provincia del Imperio Romano.
Jesús nació en el seno de una familia judía. Fue siempre judío. No pretendió crear una religión nueva. Es un hecho histórico indiscutible que Jesús era judío y era nacional de Judea. Pese a la evidencia muchos cristianos rechazan que Jesús fuera un judío israelita.
Jesús nació en Belén, región de Judea, en el sur de la antigua Tierra de Israel, bajo dominio romano. Belén está a diez kilómetros de Jerusalén. En la actualidad está en Palestina justo después de cruzar el muro divisorio entre Israel y Palestina. De los cuatro evangelios “legalizados” dos (Marcos y Juan) indican que Jesús nació en Nazaret. Los otros dos (Mateos y Lucas) indican que Jesús nació en Belén.
También se alteró la fecha de nacimiento de Jesús para adaptarla a los romanos. Jesús no nació el 25 de Diciembre como cree casi todo el mundo. Esa fecha es la de una fiesta romana pagana, el Nacimiento del Sol invicto, antes solsticio de invierno. Para “vender” más la religión entre los romanos los cristianos hicieron coincidir la fiesta pagana. El cristianismo todavía hoy en la celebración de la navidad mezcla en las suculentas comidas familiares elementos paganos y cristianos. En el Evangelio de San Lucas dice que el día del nacimiento de Jesús un grupo de pastores durmieron al raso lo que choca con el invierno de Belén que es muy frío y con nieve. Se eligió esa fecha para cristianizar una fiesta pagana.
Tras la muerte de Jesús hubo dos facciones, la de su sucesor nombrado, Pedro y la de Pablo. Pedro pretendía que el cristianismo siguiera integrado en el judaísmo. Pablo, que era romano, quería crear una religión nueva que eliminara los aspectos más difíciles de “vender” del judaísmo como la circuncisión obligatoria y la alimentación Kosher. Ganó Pablo. Roma se hizo cristiana. Y España siguió siendo cristiana al disolverse el Imperio Romano. Roma podía perfectamente haber abrazado la religión de su antiguo enemigo; Israel y hoy en España seríamos todos judíos.
La mayor falsedad histórica de todas es atribuir a los judíos la muerte de Jesús. A Jesús le mataron los romanos en un juicio romano presidido por Poncio Pilato el gobernador de Roma en Israel, que en ese momento histórico pertenecía al Imperio Romano. La crucifixión era una especialidad de los romanos usada con los rebeldes políticos. Por otro lado, en tiempos de Jesús, las autoridades judías habían perdido la potestad de condenar a muerte. No les convenía a los cristianos presentar a los romanos como asesinos de Jesús si querían expandir el cristianismo entre ellos. Cuando Roma abrazó el cristianismo como religión oficial del Imperio era aún más evidente que los romanos no podían ser los que habían matado a Cristo.
¿Quién mató a Jesús?
Una de las mayores falsedades históricas ha sido culpar a los judíos de la muerte de Jesús, una narrativa que originó el bulo del “deicidio” y que alimentó siglos de antisemitismo, alcanzando su clímax trágico en el Holocausto.
Según Jaim Cohen en su libro El Juicio de Jesús el Nazareno, varios elementos prueban que fueron los romanos, y no los judíos, quienes ejecutaron a Jesús:
- La crucifixión era un castigo exclusivamente romano
Según la ley judía (Halajá), el método de ejecución por blasfemia era la lapidación (Levítico 24:16), no la crucifixión. - Jurisdicción romana
Judea estaba bajo control romano, y solo el gobernador, en este caso Poncio Pilato, podía dictar y ejecutar penas de muerte. - Acusación de sedición
Jesús fue presentado ante Pilato como alguien que se proclamaba “Rey de los Judíos”, lo que implicaba una amenaza al orden político romano. - El papel del Sanedrín
Aunque algunos líderes religiosos judíos pudieron considerar a Jesús una amenaza, no tenían autoridad para aplicar penas capitales bajo la ocupación romana. - Narrativas evangélicas sesgadas
Los evangelios, escritos décadas después de los hechos, buscaban distanciar al cristianismo del judaísmo y ganar aceptación en el mundo romano. Esto llevó a minimizar el papel de Roma y culpar a los judíos de la crucifixión. - Pilato, el verdadero verdugo
Aunque los evangelios lo presentan como un gobernador dubitativo, Pilato era conocido por su crueldad y desprecio hacia los judíos. La ejecución de Jesús encajaba perfectamente en su política represiva.
En resumen, culpar a los judíos del asesinato de Jesús fue un recurso político y teológico diseñado para facilitar la expansión del cristianismo entre los gentiles y, más tarde, consolidar su poder en el Imperio Romano. Este acto de falsificación histórica tuvo consecuencias devastadoras para los judíos, perpetuando siglos de odio que culminaron en los horrores de la Shoá.