Se cumplen 10 años desde que el autodenominado grupo radical Estado Islámico (EI) proclamó su califato.
El anuncio se lo hizo al mundo su fundador, Abu Bakr al-Baghdadi, desde la mezquita Nuri de Mosul, en Irak. También conocida como Isis o Daesh en árabe, la organización se apoderó de grandes extensiones de Siria e Irak, imponiendo su severa versión de la sharía (ley islámica).
El grupo estableció un califato, que es una forma de Estado dirigido por un líder político y religioso de acuerdo con la ley islámica o sharia, que controla un territorio entre los Estados de Siria e Irak y que pretende recibir el apoyo total del mundo musulmán. Aunque sólo tiene presencia relevante en estos dos países, EI prometió “romper las fronteras” del Líbano y Jordania con el fin de “liberar a Palestina”.
Ha pedido el apoyo de los musulmanes de todo el mundo y demanda que todos juren lealtad a su líder (califa).
Para buscar las raíces de Estado Islámico hay que remontarse a 2002, cuando el fallecido Abu Musab al-Zarqawi, un jordano creó el grupo radical Tawhid wa al-Jihad.
Un año después de la invasión liderada por EE.UU. en Irak, Zarqawi juró lealtad a Osama bin Laden y fundó al Qaeda en Irak, que se convirtió en la mayor fuerza insurgente durante los años de la ocupación estadounidense.
Sin embargo, después de la muerte de Zarqawi en 2006, al Qaeda creó una organización alterna llamada el Estado Islámico de Irak (ISI, por sus siglas en inglés).
ISI fue debilitada por las tropas de EE.UU. y por la creación de consejos Sahwa (Despertar), liderados por tribus sunitas que rechazaron la brutalidad de ISI.
Entonces en 2010, Abu Bakr al-Baghdadi se convirtió en el nuevo líder, reconstruyó la organización y realizó múltiples ataques en el país. En 2013 se unió a la rebelión contra el presidente sirio, Bashar al Asad, junto al frente al Nusra.
En abril de ese año, Abu Bakr anunció la fusión de las milicias en Irak y Siria y las bautizó como Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés).
En diciembre de 2013, ISIS se enfocó en Irak y aprovechó la profunda división política entre el gobierno de orientación chiíta y la minoría sunita.
Impusieron castigos crueles y cometieron asesinatos, algunos de los cuales aparecieron en videos que publicaron en internet.
El autoproclamado Estado Islámico (o Daesh) nacía en junio de 2014 con el fin último de imponer el Califato universal y extender su radical visión del Islam. Su rápida expansión (en apenas dos años controlaba partes importantes del territorio de Irak y Siria (donde se llama ISIS), administrando no pocos recursos económicos) y sus métodos de actuación (atentados terroristas sin líneas rojas fundamentalmente), han obligado a la sociedad internacional a reaccionar, con mayor contundencia quizás que en el caso de otras organizaciones terroristas.
A partir del análisis de la geopolítica del conflicto, se estudian las acciones tomadas por el uso de la fuerza armada contra Daesh (por una Coalición internacional de Estados y por ciertos Estados individualmente), la aplicación a esa lucha de las normas del Derecho Internacional Humanitario (incluida la protección del patrimonio cultural).
La implicación de la UE resulta de particular relevancia precisamente hoy, porque, la derrota militar de Daesh en Irak y Siria no hará desaparecer la amenaza del terrorismo yihadista. Por el contrario y paradójicamente, puede acercarla a Europa. Combatientes de Daesh se están reagrupando en el Sahel, acaso para, en colusión, con organizaciones yihadistas de la zona (que se acercan y coordinan), proclamar un nuevo Califato.
Durante los siguientes cinco años desde su fundación, EI consiguió atraer a miles de aspirantes a yihadistas de todo el mundo con la promesa de un califato islámico utópico.
La realidad era una vida dominada por la violencia extrema: cabezas cortadas colocadas en las rejas de las plazas de las ciudades, acoso constante por parte de la “policía moral” que patrullaba las calles y frecuentes bombardeos de una coalición liderada por Estados Unidos.
Esa coalición, que cuenta con más de 70 naciones, finalmente expulsó a EI de su último refugio en Baghuz, en el este de Siria, en 2019. El califato físico ya no existía, pero la ideología permaneció.
Entonces, ¿en qué se ha convertido EI?
Pese a su menguante liderazgo central que mantiene en Siria, EI ha expandido su franquicia a varios continentes.
La mayor parte de los ataques llevados a cabo en su nombre se producen ahora en el África subsahariana.
En Europa y Medio Oriente, se considera que su rama más peligrosa es el autodenominada Estado Islámico del Gran Jorasán, al que se culpa ampliamente de los ataques con víctimas masivas en Moscú (Rusia) y Kermán (Irán).
El Estado Islámico del Gran Jorasán tiene su base en Afganistán y el noroeste de Pakistán, desde donde encabeza una insurgencia contra los talibanes del gobierno afgano.
Esto puede sonar extraño, dado que los talibanes han impuesto su propia interpretaición extrema de la sharía, prohibiendo a las mujeres trabajar o incluso recibir una educación adecuada, además de reintroducir castigos como la lapidación hasta la muerte.
Sin embargo, los talibanes y EI son rivales acérrimos, y después de 20 años como insurgentes, los talibanes ahora son los cazadores furtivos convertidos en guardabosques.
Cuando EI tuvo una base física -su califato en Siria e Irak- consiguió atraer reclutas a quienes les resultó fácil volar a Turquía, tomar un autobús hasta la frontera y luego pasar traficados a Siria.
Estos reclutas, en su mayoría, carecían de experiencia militar y de cualquier comprensión real de la guerra civil que estaba desgarrando a Siria.
Muchos tenían antecedentes de delitos menores y consumo de drogas en sus países de origen.
Entre ellos se encontraban cuatro hombres del oeste de Londres, apodados Los Beatles por sus prisioneros. Ellos terminaron custodiando y torturando a periodistas y trabajadores humanitarios occidentales. Uno de ellos murió, el resto está en prisión, dos de ellos condenados a cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos. Sin embargo, EI sigue incitando ataques a través de internet.
Sus dos causas principales en este momento son los llamados a vengar la respuesta de Israel contra Hamas en Gaza y la detención de mujeres y niños de EI abandonados por sus maridos en campamentos en muy malas condiciones en el norte de Siria.
Mirando a África.
Al igual que Al Qaeda, que tampoco ha desaparecido, EI se alimenta del desorden, la desesperación y la mala gobernanza de quienquiera que esté a cargo. En algunas partes de África hay grandes focos con los tres factores.
En los últimos años, los países del cinturón del Sahel –en particular Malí, Níger y Burkina Faso– han experimentado golpes militares que han provocado una mayor inestabilidad.
Las tropas francesas, estadounidenses y de la Unión Europea que estaban ayudando a los gobiernos locales a mantener a raya la amenaza yihadista, no siempre con éxito, han sido expulsadas o reemplazadas en gran medida por mercenarios rusos.
EI tiene ahora cinco ramas en África, a las que se refiere como Wilayaat (provincias), repartidas por África occidental, la zona del lago de Chad, la República Democrática del Congo y el norte de Mozambique.
También, en este caso, EI está en competencia directa -y a menudo en confrontación- con Al Qaeda.
EI se jacta de estar ampliando tanto sus operaciones como las zonas bajo su control. Ciertamente parece ser más ágil que los gobiernos contra los que lucha, y a menudo organiza incursiones mortales y emboscadas que matan a cientos de soldados o aldeanos en áreas remotas.
África no ha resultado ser un imán geográfico para los yihadistas internacionales como sí lo fue Siria hace 10 años.
No hay ningún flujo de voluntarios que acuda allí como lo hubo en la frontera turco-siria o, incluso antes de eso, hacia los territorios tribales del noroeste de Pakistán.
Pero la franquicia de EI todavía tiene muchos reclutas, en su mayoría jóvenes locales, que ven una falta casi total de oportunidades en otros lugares.
Los conflictos pequeños, muy localizados, aunque extremadamente violentos en África, pueden estar a miles de kilómetros de las costas de Europa, pero a medida que aumenta la amenaza yihadista, más inmigrantes de África buscarán una vida más segura en Europa.
Europa sigue siendo un objetivo:
En el apogeo de su fuerza, a mediados de la década de 2010, EI fue capaz de organizar varios ataques en Europa, como el que sus miembros perpetraron en la sala de conciertos Bataclan en París en 2015 que dejó 130 muertos.
Los asesinos fueron entrenados y enviados desde Siria, cruzando múltiples fronteras con facilidad y sin tener problemas para acceder a poderosas armas automáticas como Kalashnikovs procedentes de los Balcanes.
Desde entonces, y después de numerosos ataques en las ciudades europeas, el intercambio de inteligencia entre las fuerzas policiales y las agencias de seguridad ha mejorado considerablemente.
Los funcionarios de Reino Unido ahora creen que sería mucho más difícil –aunque no imposible– para EI o Al Qaeda montar el tipo de ataque altamente planificado y coordinado como los atentados de Londres de 2005 o el del Bataclan de 2015.
En cambio, lo que más les preocupa son los lobos solitarios: extremistas y sociópatas motivados que se radicalizan con la propaganda yihadista en internet.
En Reino Unido, la mayor parte del trabajo antiterrorista realizado por el Servicio de Seguridad, el MI5, todavía está dirigido a complots inspirados por EI o Al Qaeda.
Europa todavía está en su punto de mira, y el ataque de marzo de 2024 contra una sala de conciertos en Crocus, en Moscú, en el que murieron más de 140 personas, muestra que EI puede aprovechar una oportunidad para atacar a un enemigo cuando está distraído, en este caso por la guerra en Ucrania.
Problemas de liderazgo:
Apoya a nuestros autores
Este es un contenido premium, suscríbete para leer todo el árticulo.